La historia del Atari

Atari fue una fuerza definitoria tanto en los salones recreativos como en el campo del entretenimiento doméstico a lo largo de las décadas de los 70 y 80 (no sería hasta 1993 cuando finalmente cerró la división de ordenadores). En una forma u otra, de sus manos nos llegaron desde Pong a Tempest, pasando por Centipede e incluso el infame E.T. The VideoGame. Pero los juegos de Atari son sólo parte de su historia. Los fundadores de Atari inventaron las máquinas recreativas, cimentando la cultura de las coin-ops que dio vida a los videojuegos modernos. Sin Atari, la industria de los videojuegos habría sido muy diferente. La historia de su alumbramiento y sus muchas muertes es fascinante y abarca desde los albores de la década de los 70 hasta la bancarrota final, en enero de 2013.

Visiones de un futuro operado con monedas La historia de Atari está plagada de cambios a nivel corporativo, pero en esencia se reduce a una única persona y una gran idea. Los dos fundadores de Atari, Nolan Bushnell y Ted Dabney, se conocieron en 1969, mientras ambos trabajaban en una compañía llamada Ampex, ubicada en Redwood City, California. Unos cuantos años antes Bushnell, por entonces un estudiante de ingeniería electrónica, había desarrollado una insana fascinación hacia uno de los primeros videojuegos de la historia, Spacewar, desarrollado en un gigantesco computador del Massachusetts Institute of Tecnology (el mítico MIT) en 1962) por el profesor Steve Russell y dos de sus estudiantes. Nolan solía colarse por las noches en el laboratorio de computación, junto a un compañero de la fraternidad, para viciarse con aquel juego.

Durante su época de estudiante, Bushnell se sacaba unos dólares extra durante el verano trabajando en un parque de atracciones llamado Lagoon Amusement Park. Allí tuvo la idea de crear videojuegos accionados con monedas, al estilo de otras “máquinas” de la época, como pinballs, tragaperras y puestos de lanzamientos de bolas. Nolan tuvo una visión premonitoria de lo que sería una realidad en los años 80: salones recreativos repletos de máquinas en los que legiones de chavales se dejarían la paga, moneda tras moneda.

Los peligros del Pinball En la América de la postguerra, los pinball fueron demonizados, de la misma forma en la que los videojuegos han sufrido los azotes de políticos, padres y educadores en las últimas décadas. En los años 40 y 50, uno de los mayores actos de rebeldía que podía ejercer la juventud era apalancarse frente a una mesa de pinball. Los preocupados padres, temiendo que sus retoños fueran abducidos por el vicio del juego, hipnotizados por el sonido y las luces de los diabólicos “petacos”, se agrupaban cual turba en una película de Frankenstein delante de los locales que acogían dichas máquinas. Los pinball fueron declarados ilegales en ciertas partes de Estados Unidos, siendo Nueva York el lugar en el que esta persecución cobró mayor atención mediática. El mítico Fiorello LaGuardia, alcalde de la Gran Manzana, ordenó la incautación de miles de máquinas en enero de 1942 con el objetivo de despedazarlas y utilizar sus materiales para fines “más patrióticos”, como ayudar al esfuerzo de guerra. De hecho, los Pinball fueron ilegales en Nueva York hasta 1976.

Pero volvamos a echar la vista a los años 60, cuando las computadoras aún tenían las dimensiones de una habitación. No fue hasta finales de aquella década, cuando Bushnell y su compañero Ted Dabney pudieron desarrollar la primera recreativa accionada con monedas para una compañía llamada Nutting Associates. Aquel prodigio recibiría el título de Computer Space. El juego vería la luz en 1971, y aunque estuvo lejos de ser un éxito a nivel nacional (algunas fuentes culpan a Nutting, aunque el propio Bushnell reconoció años más tarde que el problema era colocarlas fuera de los campus universitarios), se llegaron a vender 1.500 unidades, lo que le proporcionó a Bushnell y Dabdney el suficiente dinero para continuar por libre con su negocio de recreativas.

El exito del atari

Pero volvamos a echar la vista a los años 60, cuando las computadoras aún tenían las dimensiones de una habitación. No fue hasta finales de aquella década, cuando Bushnell y su compañero Ted Dabney pudieron desarrollar la primera recreativa accionada con monedas para una compañía llamada Nutting Associates. Aquel prodigio recibiría el título de Computer Space. El juego vería la luz en 1971, y aunque estuvo lejos de ser un éxito a nivel nacional (algunas fuentes culpan a Nutting, aunque el propio Bushnell reconoció años más tarde que el problema era colocarlas fuera de los campus universitarios), se llegaron a vender 1.500 unidades, lo que le proporcionó a Bushnell y Dabdney el suficiente dinero para continuar por libre con su negocio de recreativas.

La nueva compañía, bautizada originalmente como Syzygy Co, se fundó ese mismo 1971. Pero tras descubrir que el nombre ya estaba registrado en California, la pareja lo cambió por Atari Inc en 1972. La palabra “Ataru” significaba “dar en el blanco” en japonés y estaba asociada a la buena fortuna. El nombre procedía del Go, un milenario juego de mesa chino, del que Bushnell era un gran fan. Aquella expresión era el equivalente al “Jaque” del Ajedrez. Otras propuestas que barajaron eran “Sente” y “Hane”.

Dabney inventó la tecnología que permitía mover puntos por la pantalla, sin tener que recurrir a una cara computadora, a la que bautizaron como “Spot Motion Circuit”. Con ella podían mover un punto arriba, abajo, a la izquierda y derecha de la pantalla. Aquello abrió la puerta a un mundo completamente diferente al de las supercomputadores sobre las que corría Spacewar. Por fin era posible manufacturar placas recreativas a un coste relativamente asequible, la génesis de una nueva industria.

En 1972 Bushnell vio una demostración de la primera consola de videojuegos de la historia, la Magnavox Odyssey. Aquella caja de plástico marrón y beis causó conmoción, con su pequeña selección de juegos sin sonido, entre los que se encontraba una suerte de tenis de mesa (que todos reconoceréis al instante) para dos jugadores. La Magnavox acabaría vendiendo la friolera de 330.000 unidades entre Estados Unidos y Europa, donde se distribuiría en 1973.

El juego de tenis de la Magnavox estaba lejos de ser el primero de la historia. Bushnell ya había probado algunos muy similares en el departamento de computación de la Universidad de Utah. De hecho, una rudimentaria recreación del deporte de la raqueta, denominada Tennis for Two ya había visto la luz nada menos que en 1958.

Pero ninguno de estos predecesores estaba a la altura del Pong de Atari, comercializado en 1972. El responsable del programa no fue Bushnell, sino un nuevo empleado de su compañía, llamado Allan Alcorn, compañero de los fundadores de Atari en los tiempos de Apex. Aquel ingeniero junior jamás había visto un videojuego hasta que Bushnell le enseñó Computer Space, ni había creado ningún programa hasta la fecha, pero viendo lo que hizo con Pong, nadie lo diría.

Curiosamente, nadie esperaba gran cosa de Pong. Al Alcorn fue asignado al proyecto simplemente para poner a prueba su habilidad como programador, sin que tuvieran esperanzas de convertirlo en un producto comercial. Pero tras meses de pulir el código, resultó que el juego era divertidísimo. A primera vista no parecía haber grandes diferencias entre Pong y el tenis de la Magnavox, pero todo cambiaba a la hora de jugar. La “pelota” iba ganando en velocidad a medida que se disputaba el punto y ésta rebotaba en un ángulo diferente, dependiendo de la parte de “la raqueta” en la que impactara. Además, tenía sonido. Y para colmo era terriblemente adictivo.


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